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"Náuseas matutinas, endometriosis, menopausia, migrañas, ovarios poliquísticos / ¿Qué le pasa a tu cuerpo? No lo sabemos /  Porque nunca hemos estudiado realmente el cuerpo femenino". Así comienza la canción que se ha viralizado las últimas semanas en Tik Tok e Instagram. Este tema, que nació como una parodia, está originalmente en inglés, pero numerosas creadoras de contenido españolas lo han traducido para compartirlo y denunciar el desconocimiento del cuerpo de las mujeres en la medicina. Por poner un ejemplo, el primer estudio que había comprobado la eficacia de los productos de higiene femenina con sangre real se publicó en agosto de 2023. 

Silvia Rueda, directora de la Unidad de Mujeres y Ciencia en el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, afirma que esto es algo que ocurre en todas las áreas de la ciencia. Sin embargo, en medicina se nota más el efecto de este sesgo de género porque afecta directamente a la salud. El primer problema es que se investiga mayoritariamente con sujetos machos, lamenta. Incluso en las fases iniciales de un ensayo, cuando se experimenta con animales, las hembras quedan fuera del proceso. 

La justificación que se da es que los ciclos hormonales femeninos pueden alterar los resultados. Además, el proceso se encarece porque habría que hacer las pruebas de forma separada a ambos sexos. Estos factores han hecho que, históricamente, se les considere a ellos como el sujeto estándar y a ellas como una anomalía. "Si empezamos por esa base, vamos fatal", denuncia Rueda y añade: "No puedes excluir al 51% de la población".

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Otra parte de esta problemática es que las mujeres no han participado, tradicionalmente, en la investigación científica y médica. "Cuando tienes que hacer algún desarrollo, es muy importante lo que tienes alrededor", expone la directora de la Unidad de Mujeres del Ministerio de Ciencia. Si ellas no están en los laboratorios, es más complicado que surja interés por estudiar problemas que les afectan solo, o mayoritariamente, a ellas. Además, Rueda se queja de que en medicina, fuera del cáncer de mama y el de útero, no se estudian las patologías propias del sexo femenino. 

La endometriosis es un claro ejemplo de este sesgo de género. A pesar de que afecta al 10% de la población mundial, según la OMS, no tiene tratamiento específico y tarda en diagnosticarse, de media, unos 10 años. "Si fuera algo que afectara a los hombres, hace mucho tiempo que tendría cura", sentencia Rueda. Con la fibromialgia ha ocurrido algo parecido, ellas la sufren mucho más que ellos y, durante mucho tiempo, se consideró un trastorno psicológico, recuerda. "Llevamos perdido mucho tiempo". 

Otro factor que llama la atención es que, aunque las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte en las mujeres, la mayoría de las investigaciones en este campo no las tienen en cuenta. Carme Vall, médica especializa en medicina con perspectiva de género, expone en su libro Mujeres invisibles en la medicina (Capitán Swing, 2020) que solo el 38% de los estudios las incluyen. 

La directora de la Unidad de Mujeres y Ciencia en el Ministerio de Ciencia explica que las venas y arterias del cuerpo femenino no tienen la misma forma que las del masculino. Esto hace que cuando hay algún problema no tengan los mismos síntomas. Una prueba de ello son los infartos, que en mujeres puede pasar desapercibido porque sus síntomas son diferentes a los de los hombres. "Ellos los sufren más, pero nosotras tenemos mayor mortalidad"

La suma del sesgo de género y la creencias arraigadas (como que un ataque cardíaco siempre provoca dolor en el brazo izquierdo) en la sociedad hacen que, a veces, solo los especialistas en cardiología sean conscientes de estas distinciones. En ocasiones, son las propias mujeres las que no reconocen su sintomatología, por lo que retrasan la visita al médico. Cuando van, si el sanitario no sabe detectarlo porque no encaja con esa imagen estándar, pueden salir de urgencias con un diagnóstico de ansiedad en lugar de con uno de ataque cardiaco. "Les dan una pastilla y las mandan a casa".

Incluso los productos de higiene femenina se ven afectados por este sesgo. Un estudio publicado recientemente ha encontrado la presencia de metales tóxicos en la composición de los tampones, entre ellos el plomo. Para Rueda esto es solo una prueba más del olvido de las mujeres en la ciencia y la medicina. Describe como "incomprensible" la falta de este tipo de datos en un producto que utilizan las mujeres durante muchos años y en el que hay una inversión económica detrás. "Como no tenemos más remedio que comprarlos, tampoco tienen que innovar [e investigar] demasiado", lamenta.

La salud mental tampoco queda excluida. A ellas se les recetan cinco veces más antidepresivos y dos veces más ansiolíticos que a ellos. "Seguimos siendo las histéricas de cara a los médicos", afirma. Sin embargo, la directora de la Unidad de Mujeres del Ministerio de Ciencia reconoce que no es un comportamiento que se muestre "por maldad o por perjudicar a la paciente". Aunque toda esta situación está generalizada, no todos los profesionales son así, apunta. "Simplemente, te crees el estereotipo y actúas en consecuencia". Rueda defiende que este fenómeno se origina porque todavía se las considera muy sensibles y con tendencia a quejarse. 

Las mujeres: mayoría en la salud

Las carreras relacionadas con la salud cuentan, actualmente, con más alumnas que alumnos matriculados y en el ejercicio de la profesión ellas también son más. A pesar de eso, ellos siguen ocupando la mayor parte de los puestos de responsabilidad y "siguen decidiendo qué se investiga", apunta la directora. Uno de los mayores avances de los últimos años, a nivel europeo y español, es exigir que todas las investigaciones tengan que tener perspectiva de género, enuncia. Sin este requisito no podrán acceder a financiación pública. 

A pesar de las consecuencias negativas de este sesgo de género, Rueda asegura que es algo que se puede cambiar. Para ello, hay que actuar en muchos frentes: "Cuando hablamos de problemas arraigados culturalmente en la sociedad, no hay una única causa". Lo primero es hacer visible lo que sucede y sus implicaciones sobre la vida diaria de las mujeres. La solución también pasa por la formación en perspectiva de género para acabar con los estereotipos y los sesgos desde las edades más tempranas, indica. 

Hay que encontrar, además, la forma de acercar estos datos a toda la población. Rueda considera que son "fundamentales, pero no empáticos" y esta última cualidad es esencial a la hora de transmitir toda esta información. "Si somos un porcentaje en una gráfica que dice que morimos más al año, nadie se va a identificar con eso". Rueda envía un mensaje de calma y recuerda que la lucha por reconocer a las mujeres dentro de la ciencia en general y la medicina en particular ha dados sus frutos, aunque no se puede parar. "Se ha hecho mucho, pero aún hay que recuperar años de desigualdad".




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