Una de las personas que más me ha enseñado sobre la felicidad es mi madre. Casi centenaria, no se pierde una fiesta de disfraces ni una reunión de amigas. Cosas que le divierten. A medida que cumplo años aprendo más de su ejemplo y comprendo mejor la importancia de ser conscientes de qué nos hace felices.
Ese es un defecto de nuestra educación. Nos enseñan a ser personas de provecho para la sociedad y no nos dan las pautas para algo tan importante como nuestro propio bienestar. Por eso es muy positivo lo que están haciendo investigadores como el profesor de Harvard Tal Ben-Shahar.
Es uno de los mayores expertos mundiales en la ciencia de la felicidad. Ha analizado la felicidad desde todos los puntos de vista para poder entender que no es algo abstracto que aparece por casualidad en nuestras vidas, la idea de que hay gente que tiene la suerte de vivir en un mundo feliz y otros que no.
De dónde viene de verdad la felicidad
Todos tenemos nuestra propia idea de felicidad. Creemos, y digo creemos porque más de una persona puede autoengañarse, que la felicidad nos la proporcionan determinadas cosas. En el fondo, los mecanismos que nos llevan a la felicidad, según los expertos, son más comunes y compartidos.
El profesor Ben-Shahar incluso ha podido cuantificar los factores que llevan a esa felicidad. Considera que hay una parte importante de genética. Según el carácter de tus padres, tendrás más opciones.
- Señala que es aproximadamente un 50% de nuestra felicidad viene determinada por los genes.
- Frente a lo que se cree, las circunstancias externas, como la riqueza, las costumbres o las circunstancias familiares apenas afectan. Pueden ser un 10% de los motivos de felicidad.
- Eso significa que el otro 40% está en las actitudes y decisiones que tengamos nosotros. Cualquiera puede ser feliz si sabe convencerse de que quiere serlo y actúa en consecuencia.
Placer y felicidad no son lo mismo
Otro error frecuente es confundir el placer con la felicidad. “La mayoría de gente cuando piensa en ser felices lo sitúa en un contexto de placer”, explica el profesor. Te dices: qué bien estuve ayer en la playa o qué bueno el helado.
Eso son momentos de placer y son importantes. “Ni que decir tiene que hay que tener todos los que podamos”, puntualiza. Pero son temporales. “Ni es felicidad duradera ni profunda”, especifica. La felicidad implica mucho más que placer.
Hay ejemplos que nos pueden ilustrar este punto. Si ves a un grupo de gente trabajando con ilusión para obtener un objetivo, son felices y no hay un placer inmediato en eso. Al contrario, a veces exige sacrificio y esfuerzo.
El profesor Ben-Shahar, de quien se dice que no ha tenido un día sin felicidad, ejemplifica en sí la importancia de ese sentido amplio del término. Así lo atestiguan los miles que han seguido sus conferencias en Estados Unidos y el resto del mundo.
Los cinco pilares de la felicidad
Para poder describir la felicidad de un modo mucho más completo y que entendamos cómo conseguirla, este experto tuvo la feliz idea de crear un acrónimo con las cinco palabras en las que, a su entender, se basa el bienestar. Es SPIRE, que en inglés significa chapitel, el remate de una torre. Son las iniciales inglesas de estos cinco pilares de la felicidad:
- Espiritual: “Se trata de estar presente, de ser consciente”, explica. Es buscar un propósito en nuestra vida. Muchos lo experimentan a través de la religión. No es obligatorio. También se puede sentir la espiritualidad en el trabajo del día a día si percibo que aporto algo al mundo y es significativo para mí.
- Físico: la relación entre cuerpo y mente es básica. El ejercicio genera endorfinas, las hormonas del bienestar. “Media hora de ejercicio tres días por semana nos mantendrán más sanos y más felices”, recuerda este profesor.
- Intelectual: mantener la mente despierta, no perder las ganas de aprender. Abrirse a nuevas experiencias. El fin de la curiosidad nos trae el desánimo y la infelicidad.
- Relación: pasar tiempo con las personas que nos importan y que se preocupan por nosotros. “Es el medidor principal de la felicidad”, apunta. Se relaciona con la amabilidad y la generosidad, dos factores que mejoran el bienestar relacional.
- Emoción. “Se trata de aprender a lidiar con las emociones dolorosas, que es una parte muy importante de una vida feliz”, dice Ben-Shahar. Y por supuesto, generar y cultivar emociones placenteras, que ya sabemos que son un elemento importante de la felicidad.
¿Cómo se aprende a ser feliz?
Una vez se sabe la teoría, la pregunta es cómo consigo llevarla a la práctica. ¿Es necesario practicar, como si fueran lecciones de escuela? ¿Se mejora con la práctica?
Nuestro profesor de Harvard matiza que hay actividades que nos acercan a la felicidad y que sí se pueden practicar. “Hay muchas investigaciones que muestran los beneficios de la meditación. Las personas que meditan regularmente son más resistentes mentalmente y más abiertos a las emociones placenteras”.
Hay muchas formas de meditación y todas pueden ser válidas para conseguir este objetivo. Incluso cita algunas formas “informales” de meditación. Basta con ser consciente de tus actos, mientras caminas por la calle o interactúas con un amigo.
“Los beneficios que obtenemos de la meditación formal y de la meditación informal son idénticos”, explica. El reto es que no es tan fácil poner atención plena en lo que hacemos sin entrenamiento. Incluso los monjes zen tienen un maestro que cuando los ve distraídos les da un toque con un bastón. Si lo necesitan los monjes en el monasterio, imagínate nosotros en la calle.
Un truco que aconseja Ben-Shahar es tener en la pared de la habitación un recordatorio. Por ejemplo, un letrero con la palabra “respirar” o “presencia” para tener presente la necesidad de esa meditación.
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